Este Documento Sucio - 02 Un Café entre Amigas
—Hola Annie.
—Hola Amy. Me da gusto verte de nuevo.
Las dos oficiales, que se reunieron en el comedor del crucero Chomeina Muda, habían pasado por todas las etapas de la amistad. Habían sido compañeras de juegos en su infancia, amigas en su adolescencia y ahora, cincuenta años después ambas podían volverse a ver, con una sonrisa en sus rostros.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez?
—Dos períodos, Annie, desde que me promovieron a la Décima Flota.
Ambas contestaron el saludo de la teniente de guardia y pidieron un cocha (té rojo), la única bebida estimulante que la flota permitía en servicio.
—No sabes lo feliz que me siento por tu ascenso.
—Si… pero también sientes envidia.
—No puedo negarlo, Amy, después de todo las dos poseemos el mismo grado de almirante. Nuestras hojas de servicio son muy similares, hemos combatido en los mismos, bajo las mismas pautas, con similar éxito. No puedo dejar de sentir algo de envidia, aunque merecido, tu ascenso tiene que ver con que eres totalmente irezumi.
Amy se tomó su tiempo para responder.
—Siento que lo pienses de esa forma, pero lamentablemente tienes razón. A no ser que ocurra un evento serio de guerra, no se te darán comisiones firmes. Por supuesto, con la invitación de la Alianza a los pirse para su integración, parece que la paz permanecerá por muchos años.
En el exterior, las irezumis son parecidas a los Homo superioris y a los terrans, que, en ese orden, integran el sector 446. Aunque por la gravedad de su planeta son más pequeñas poseen una fuerza superior en un cuerpo aparentemente frágil.
Luego de sufrir la esclavitud por muchos años por parte de los orelianos, las irezumis conservaron su identidad, lo que les permitió formar una sociedad unificada al recibir el regalo de la libertad de parte de sus antiguos opresores. Aunque obtuvieron la independencia de forma pacífica, la actitud combativa heredada de sus años de servicios seguía en la mayoría de las mujeres, quienes preferían una buena pelea a una aburrida paz.
Al llegar sus bebidas, las mujeres sonrieron, tomaron sus respectivos envases, vertieron las hojas pulverizadas y sirvieron el agua caliente en su interior. Cuando la infusión se tornó de un rojo intenso, introdujeron una pajilla de madera, bebieron de su contenido y se relajaron.
—¿Ahora qué haces, Amy?
—Labores de transporte. Estoy en el 7° Batallón de Suministros, 15° Regimiento Aerotransportado, parte de la Tercera Flota.
—Estas con la loca… y eres chofer de gente importante… Eso no es bueno para ninguna hoja de combate.
—No— respondió Annie mientras negaba con la cabeza —pero he tenido la oportunidad de volverla a ver.
—¿Has visto a la reina Sohoirna entonces?
La muchacha asintió con la cabeza. Amy siguió—: Sohoirna es una de las mejores cosas que le ha pasado a las irezumis, es una lástima que haya tenido que gobernar en tiempos tan turbulentos.
—Sí, pero tú conoces perfectamente mi relación con Sohoirna. Después de todo soy su proyecto.
—Eso fue innegable desde el primer día que te conocí. Es extraño que una niña de un planeta terraformado llegue a mitad del segundo período a la mejor base militar del Reino para integrarse como parte del equipo. Recuerdo que llorabas mucho.
—Extrañaba la casa— respondió Annie con enfado. —Fue hasta que pasé la adolescencia cuando me aceptaron de verdad como irezumi, antes de eso era la terran de quien la reina tuvo compasión.
—Annie, hemos combatido juntas en L’Fent, estuvimos en el frente contra pirse, en la Revuelta Niloriana, eres tan valiente y empecinada como cualquiera de nosotras. Pero tu parte humana nubla tus acciones. Debes desprenderte de esa humanidad para funcionar como almirante de flota.
Annie asintió. Después de todo, ella siempre había querido su bien. Amy fue la primera irezumi que se le acercó para hablarle, cuando la reina la llevó en persona a la mejor base de instrucción del reino.
Pero no pudo seguir recordando. Ambas escucharon un alboroto y voltearon hacia la sección de no comisionados, donde notaron que buena parte del comando del crucero, que con permiso descansaban de sus labores, se arremolinaron en torno de las estaciones visuales dispuestas en el comedor mientras una imagen holográfica daba un anuncio y en sus rostros se reflejaba el horror.
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